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:: Número 4 (Septiembre-Diciembre de 2009)

Editorial

A más de dos años desde el primer episodio de la crisis financiera que convulsionó las mayores fuentes del crédito en los mercados financieros, como en una película a toda velocidad, hemos visto quiebras, nacionalizaciones, fondos  gubernamentales para rescates impensables incluso en tiempos de guerra. Simultáneamente, la actividad económica descendió como cayendo repentinamente en abismos, apareciendo cifras de contracción económica no vistas hace décadas.

A pesar de la gravedad de la crisis, de sus raíces profundas en la concentración, la creciente desigualdad, la desregulación financiera y el sobreendeudamiento, durante las últimas semanas la confianza está volviendo en los discursos de los más importantes líderes políticos y ejecutivos financieros. Como si fuera posible simplemente retomar el camino y continuar, restablecer la increíble fuerza de la especulación y de las formidables ganancias en los mayores centros financieros, y a partir de ello, que los mercados continúen funcionando. Sin embargo, es poco consistente esta versión de la superación de la crisis, que descansa en que el retorno a números positivos en los mercados de valores y la confianza manifiesta de banqueros e inversionistas, es más que suficiente para asegurar que la economía mundial marchará adecuadamente. Lo anterior evidencia que autoridades gubernamentales tienen intereses coincidentes con los mercados financieros, al grado que afirman que empleo, inversión y bienestar social son solamente un resultante de mercados financieros prósperos.

Sin embargo, la prosperidad coyuntural de las últimas semanas en los mercados descansa más en los cambios en las regulaciones contables sobre la valuación de activos tóxicos, que sobre una reordenación del modelo económico que condujo a la crisis actual. Por ello, aunque los signos diversos de recuperación están en la prensa financiera, por ahora no es posible confirmarla, ya que en realidad está en curso, puesto que aún falta mucho en la reestructuración de los mercados financieros (quiebras, fusiones) antes de que el curso del crédito se restablezca. Por ahora, los mayores perdedores de la crisis financiera son los pueblos cuyos gobiernos, ocupados en los rescates financieros, han destinado recursos insuficientes para mantener el empleo y consumo.

La cuarta entrega de www.olafinanciera.unam.mx presenta una serie de colaboraciones que alertan sobre las diversas dificultades que enfrentan las economías particulares. Ya que aún se puede advertir que la economía mundial está padeciendo los efectos nocivos de la financiarización de las actividades económicas. Además también se aborda, en su sección Clásicos, una importante contribución de Gerard De Bernis, realizada en 1992, acerca de la necesidad de pensar un orden económico y financiero internacional que permita impulsar “ el trabajo para todos en todas partes del mundo”. Propuesta aún más significativa para los países dependientes y subdesarrollados, ya que esas adversidades se tornan aún más acentuadas.

Septiembre, 2009

 


 

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