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:: Número 11 (Enero- Abril de 2012)

Editorial

A más de cuatro años de la gran crisis mundial estalló, es evidente que las estrategias de salida han sido equivocadas y han fracasado. Más aún, las posibilidades de profundizar y prolongar el estancamiento en las mayores economías del orbe son muy elevadas, mientras que, por oleadas y por diferentes rumbos del planeta, los riesgos de la ingobernabilidad y la violencia armada se incrementan.

Las políticas de austeridad impuestas por las grandes corporaciones financieras, las agencias calificadoras y los gobiernos designados o electos, han destruido las capacidades de producción, las posibilidades de inversión y de recuperación.

Así, la crisis continuará durante el año que inicia y hay pocas expectativas de que los países centrales reanuden su crecimiento y menos aún de que disminuyan las históricas tasas de desempleo. El capitalismo dominado por las finanzas alcanzó nuevos límites en su confrontación con organizaciones políticas más democráticas. La incertidumbre social y política ha puesto en alerta por todo el mundo a intelectuales y organismos políticos, preocupados por las contradicciones abiertas en las sociedades democráticas más avanzadas. La propia situación en los mercados financieros agudiza la incertidumbre, de manera que el 2012 será altamente incierto, y sobre todo volátil, en medio de relevos políticos que tendrían que cambiar prontamente el rumbo económico, frente al riesgo del extremismo político.

Más temprano que tarde, toda esta confluencia de incertidumbres económicas y políticas, incidirá de manera brutal sobre aquellas economía nacionales que aún no han sido arrastradas del todo a la vorágine de la crisis, el desempleo y la frustración social, aunque sobran síntomas.

En esta perspectiva W. Marshall argumenta, cómo ha estado operando ese proceso en Estados Unidos. Las políticas de austeridad impuestas en América Latina desde los años ochenta, bajo las exigencias del Consenso de Washington, ahora con argumentos algo diferentes, pero con el mismo objetivo, se están imponiendo en Estados Unidos, bajo el imperativo del Consenso de Wall Street. Estas políticas avanzan y han adquirido prioridad en la Unión Europea. Socavando mas de cincuenta años de “capitalismo democrático”.

La crisis ha estado promoviendo, por diversos mecanismos, una mayor concentración de la riqueza, sobre todo en el sector financiero, lo que dificulta aún mas la salida, pero lo peor es que contribuye a profundizarla. Los gobiernos están recurriendo a estrategias que sólo benefician al sistema financiero, dejando presos los intereses de la gran mayoría de los pueblos a la rentabilidad de corto plazo de los grandes consorcios financieros e inversionistas institucionales.

El efecto de esa transformación ha impactado ámbitos decisivos de las condiciones de vida de la población de los países centrales, las cuales parecían estar a salvo de las turbulencias económicas. En este contexto la respuesta no se ha hecho esperar y los sectores cada vez mas empobrecidos y vulnerables han salido a la calle a mostrar su descontento y oposición contra el poder financiero y político. Están dejando en claro que éste último ya no representa en ningún sentido los intereses de grandes sectores de la sociedad, y menos del mundo del trabajo.

Por otro lado, esta transformación igualmente está dejando ver que la elección de gobiernos, en varios países, está girando hacia la derecha. Esta situación está anunciando una mayor exasperación en la sociedad, ante la imposibilidad de superar las dificultades, como se puede confirmar en Inglaterra y ahora España, así como en el relevo político en Grecia e Italia. Lo que muestra que la crisis económica ha permeado la vida política y social, escalando el conflicto, como lo sugiere la colaboración de Lichtensztejn.

En este panorama desolador, los economistas del mainstream, han mostrado su complacencia por continuar minimizando hasta desaparecer un principio ético, que exige toda profesión. Práctica imprescindible, ya que la toma de decisiones que promueven sus elaboraciones teóricas, definen las condiciones de vida de la población, sin asumir la responsabilidad que conlleva determinar la suerte de millones de personas.

Finalmente en la sección Clásicos, resulta oportuno e importante la colaboración de Chapoy que pone al desnudo los mecanismos de poder económico y político de las grandes corporaciones, contra países, en este caso latinoamericanos hace casi cincuenta años. Análisis que advierte, como se estuvo poniendo en juego la soberanía de los países.

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